4.9.12

Ella dice.


Las palabras pueden mentir, las actitudes no.

Hace unos idas recibí un correo de Juan Carlos, de Guatemala, me escribió pidiendo ayuda desesperadamente.   Su reciente ex amiguita le estaba provocando tormentas mentales que no podía campear.   Habían tenido una relación de cuatro años.   Según él, en todo este tiempo todo había sido perfecto.


Después de un corto periodo que vislumbraba nubarrones en el horizonte, ella le plantea la separación.

El luego de intentar convercerla por todos los medios de que se aman y que lo mejor es tratar de solucionar los problemas  estando junto  (con promesa de divorcio incluida), mandarle flores, correos electrónicos y de parársele enfrente llorando como todo u perdedor, decide entrar a un buscador en internet y así es como da con este blog.

¿Porque no empezó por aquí?

Porque  por lo general las personas me consultan después de hacer tantos cagadales con la idea de recuperar a una mujer que para logarlo seria un milagro.

Y yo tengo un pacto con el barbudo:  El no te ayuda con las mujeres y yo no hago milagros.

Juan Carlos, como muchos otros, utilizan el punto de vista de ella como única herramienta para analizar lo que esta sucediendo.

En este caso las palabras son:  “No eres tu, soy yo” (¿les suena?) o algunas similares.   Imaginen la confusión que esto puede crear en una persona que intenta ordenar sus ideas a través de esta incoherencia.

Si tratáramos de entender la situación y ordenar las ideas de manera lógica el asunto no seria tan grave, porque ante lo ridículo del planteo el hombre directamente pensaría “si yo no soy el del problema entonces no me deja”,  por lo tanto entendería que es una mentira y allí acabaría todo.  Pero como aquí entran los sentimientos y la necesidad de creerle para darle un alivio inmediato a nuestro lastimado corazón, la cosa se complica.

Si estamos convencidos de que nuestra ahora ex amiguita especial nos quiere, de que somos el hombre de su vida, de que no hay otro que nos opaque y que solamente esta pasando por un periodo de confusión vamos o sufrir menos, desde luego en un principio porque después vendrá el sufrimiento del que no nos salva nadie.

Veamos un ejemplo mas concreto, vamos por una carretera a cien kilómetros por hora.  Nuestra motocicleta anda de manera espectacular.   De repente el motor se detiene.   Con el envión que traíamos nos tiramos al costado e intentamos nuevamente darle arranque.  No pasada nada,  Hay olor a quemado, entonces miramos el velocímetro y leemos que marca ochenta kilómetros por hora y pensamos  “Que susto,  estoy caminando, por un momento pense que se había descompuesto”

Recuerda las palabras que te esta diciendo en el momento de la ruptura  pueden no ser ciertas.

Por lo tanto usemos la cabeza y analicemos la situación en forma global por dura que esta nos resulte.

Si estamos en una moto y vemos que los postes de luz a lado del camino se detienen, significa que la moto no esta caminando.  No importa lo que diga el velocímetro. 

Por otro lado es difícil que la moto se descomponga de un segundo para el otro.  Evidentemente había algún desperfecto, algo que venia jodiendo desde hace al menos unos kilómetros.   El motor no era la maquina perfecta que creías.

A diferencia de la moto, las mujeres buscan ocultar sus desperfectos, o los motivos verdaderos que provocaron el problema.  Y como nos cuesta tanto asumir la realidad, no tenemos capacidad de ver los postes de luz detenidos a nuestro lado , no vemos el humo que se pierde por el suelo hasta donde alcanza la vista.  No vemos nada.   Solo vemos el velocímetro que marca ochenta kilómetros por hora y queremos quedarnos en la moto acelerando.


¿Adónde vamos a llegar de esa forma?  A ningún lado, por supuesto.

Olvidemos el “ella dice” y abramos los ojos para ver lo que realmente nos esta pasando.  Miremos la realidad sin tergiversarla.